Esta es una pregunta central cuando se quiere avanzar
socialmente hacia una manera más humana de vivir la vida. Los niños, los
jóvenes, los adultos y los ancianos construyen cultura en la medida en que son
capaces de comunicar sus percepciones del mundo, sus anhelos, sus sufrimientos,
sus ideas, sus relatos. Esta es la función central de la lengua. Pero para
trascender el tiempo y las distancias, para superar la multitud, surgió el
texto que es objetivación del pensamiento a través de una enorme variedad de
signos susceptibles de ser conversados, reproducidos e interpretados sin
importar las barreras que imponen el tiempo y las distancias.
Lo que se lee y lo que se escribe son textos y los
textos no son otra cosa que variadísimos receptáculos de memoria humana. En los
textos se guarda lo que los seres humanos piensan y sienten, el resultado de
sus pactos y acuerdos para convivir, sus representaciones del mundo, sus
invenciones e ilimitados actos de creación individual y colectiva que han
conducido a lo largo de la historia a transformar el mundo, los modos de vida,
las organizaciones sociales, las concepciones sobre la vida. La memoria
convertida en texto guarda lo que cada persona es capaz de pensar de sí misma,
la forma como elabora su experiencia, el recuerdo del pasado.
Por esto recuperar la memoria perdida de los pueblos
que no escriben, de las comunidades que no han tenido oportunidad de consignar
su versión de los hechos que las han afectado, de las creaciones que han
quedado ocultas en el silencio del tiempo es parte del ejercicio de
construcción de una cultura que no puede reducirse a escasas minorías capaces
de convertir su propia memoria en la única versión del transcurrir humano.
Un programa de fomento de la escritura y de la lectura
es en esencia la exaltación de los textos que todas las personas pueden
producir a partir de su propia experiencia creadora.
Inducir a los niños, desde la primera infancia, a
consignar su visión de la realidad material, espiritual e imaginada es la tarea
de una escuela consciente de su función cultural. Más allá del desciframiento
de los signos escritos, claves para penetrar en la herencia universal, lo más
importante es comprender que esos mismos signos, sean ellos palabras, relatos,
poemas, dibujos, mapas, diagramas, fotografías, videos y toda la variedad de
formas expresivas que nos permiten ser comunidades de significado, son las
herramientas con las cuales se deja una huella en el tiempo.
Leer y escribir deben ser ejercicios del espíritu,
antes que habilidades mecánicas o mecanismos de desciframiento de signos
convencionales. Cuando se producen textos reales, es decir, objetos simbólicos
que transmiten experiencia humana, se comprende mejor el significado de todos
aquellos textos que circulan en la sociedad y que son susceptibles de ser
leídos para enriquecer la propia vida.
A partir de esta conciencia del tiempo que constituye
la memoria histórica es posible iniciar el camino a todas las literaturas
-textos compuestos de palabras-, todas las iconografías -texto plasmados en
imágenes-, todas las músicas -textos escritos en partituras multiformes-…
Desde los primeros días de su vida los seres humanos
se convierten en descifrados de signos y la familia, la escuela y el conjunto
de la sociedad tienen en sus manos la responsabilidad de ayudar a que todos los
miembros de la comunidad pueden acceder a las formas de expresión mas variadas
posibles, tanto para comprender lo que los rodea como para consignar sus
propias creaciones.
Ministerio de Educación Nacional (PNLE)