martes, julio 21, 2020

¿Qué se lee y qué se escribe?

 Autor: Francisco Cajiao.
Esta es una pregunta central cuando se quiere avanzar socialmente hacia una manera más humana de vivir la vida. Los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos construyen cultura en la medida en que son capaces de comunicar sus percepciones del mundo, sus anhelos, sus sufrimientos, sus ideas, sus relatos. Esta es la función central de la lengua. Pero para trascender el tiempo y las distancias, para superar la multitud, surgió el texto que es objetivación del pensamiento a través de una enorme variedad de signos susceptibles de ser conversados, reproducidos e interpretados sin importar las barreras que imponen el tiempo y las distancias.
Lo que se lee y lo que se escribe son textos y los textos no son otra cosa que variadísimos receptáculos de memoria humana. En los textos se guarda lo que los seres humanos piensan y sienten, el resultado de sus pactos y acuerdos para convivir, sus representaciones del mundo, sus invenciones e ilimitados actos de creación individual y colectiva que han conducido a lo largo de la historia a transformar el mundo, los modos de vida, las organizaciones sociales, las concepciones sobre la vida. La memoria convertida en texto guarda lo que cada persona es capaz de pensar de sí misma, la forma como elabora su experiencia, el recuerdo del pasado.
Por esto recuperar la memoria perdida de los pueblos que no escriben, de las comunidades que no han tenido oportunidad de consignar su versión de los hechos que las han afectado, de las creaciones que han quedado ocultas en el silencio del tiempo es parte del ejercicio de construcción de una cultura que no puede reducirse a escasas minorías capaces de convertir su propia memoria en la única versión del transcurrir humano.
Un programa de fomento de la escritura y de la lectura es en esencia la exaltación de los textos que todas las personas pueden producir a partir de su propia experiencia creadora.
Inducir a los niños, desde la primera infancia, a consignar su visión de la realidad material, espiritual e imaginada es la tarea de una escuela consciente de su función cultural. Más allá del desciframiento de los signos escritos, claves para penetrar en la herencia universal, lo más importante es comprender que esos mismos signos, sean ellos palabras, relatos, poemas, dibujos, mapas, diagramas, fotografías, videos y toda la variedad de formas expresivas que nos permiten ser comunidades de significado, son las herramientas con las cuales se deja una huella en el tiempo.
Leer y escribir deben ser ejercicios del espíritu, antes que habilidades mecánicas o mecanismos de desciframiento de signos convencionales. Cuando se producen textos reales, es decir, objetos simbólicos que transmiten experiencia humana, se comprende mejor el significado de todos aquellos textos que circulan en la sociedad y que son susceptibles de ser leídos para enriquecer la propia vida.
A partir de esta conciencia del tiempo que constituye la memoria histórica es posible iniciar el camino a todas las literaturas -textos compuestos de palabras-, todas las iconografías -texto plasmados en imágenes-, todas las músicas -textos escritos en partituras multiformes-…
Desde los primeros días de su vida los seres humanos se convierten en descifrados de signos y la familia, la escuela y el conjunto de la sociedad tienen en sus manos la responsabilidad de ayudar a que todos los miembros de la comunidad pueden acceder a las formas de expresión mas variadas posibles, tanto para comprender lo que los rodea como para consignar sus propias creaciones.

Ministerio de Educación Nacional  (PNLE)